miércoles, julio 15, 2009

La vieja y el gato

Una mujer vieja arrastraba un cajón de madera con una cuerda atada a la muñeca por la calzada, se apoyaba en un bastón para evitar que sus pies con zapatillas azules torcidos por los años la tirarán.Tropezó con un agujero en el asfalto, estuvo a punto de caer, pero siguió su andar. Su pelo blanco descuidado y sucio le caía hasta los hombros, su cara marcada por las arrugas de la vejez reflejaban el esfuerzo que representaba arrastrar aquella caja, sus ojos miraban al frente sin ver. Los coches le pasaban rozando pero seguía caminando a unos centímetros del bordillo sin fijarse en los semáforos ni en nada,
Había recogido lo que para ella era un gran tesoro, las sobras de una pescadería del mercado de Maravillas, aquel día tendría algo que comer.

--¡ Eh señora! Qué la van a atropellar – le grito un joven desde un ciclomotor que tuvo que e hacer un regate para esquivarla.
-- Es mío, es mío – susurro la vieja.

Lentamente fue subiendo la calle Bravo Murillo, tardo cerca de una hora en llegar a una bocacalle donde giro con trabajo, siguió su lento caminar.
Al llegar a una casa baja de ladrillo oscuro y sucio empujo con el bastón la puerta, al abrirla se vio pasillo negro con periódicos y restos de papel en el suelo. Trabajosamente salvo con el cajón el pequeño bordillo de la puerta. Se oyó al fondo de la casa un maullido de un gato.
El animal de un salto se le puso en un hombro y la vieja ante la muestra de cariño estuvo a punto de caer pero logro afianzarse en el bastón que apoyándolo contra una pared. Llego hasta la cocina: una pequeña habitación con una pila de piedra oscura, una nevera oxidada con la puerta abierta que desprendía mal olor, y un pequeño hornillo de gas. Echó un chorro de liquido espeso y negro, que algún día fue aceite, en una sartén y se puso a freír lo que saco de la caja: cabezas, se frotaba el lomo contra la pierna con la cola levantada.

Unos minutos después se sentó en la única silla y apoyando la sartén en una vieja mesa se dispuso a comer: cogió una cabeza churruscada y la mordió con los pocos dientes que tenía. El gato lanzó un mugido de suplica le tiro el trozo que más pescado tenía al animal. Se sirvió un vaso de vino tinto de un tetrabrit mientras iba apartando los trozos con espinas para sí y los que tenía mejor aspecto para el gato. Después de beber un par de vasos de vino, y chupar las últimas espinas, se quedó dormida allí mismo, la cabeza hacía atrás y la boca abierta en una figura grotesca; encima de uno de sus pies acurrucado dormía el animal. Al día siguiente volvería a recorre la calle Bravo Murillo entre el tráfico de autobuses de la EMT, furgonetas descargando, motos de mensajeros, y automóviles, hasta el mercado de Maravillas donde rebuscaría entre las sobras.

7 comentarios:

  1. A veces, no somos consientes del derroche que hacemos con la vida. Mientras otra gente padece penurias despojándose de toda pena y remordimiento, solo por la tranquilidad que saborea cuando alimenta a esa solitaria y rumiante compañía. Un gato que fiel seguirá unido al anciano esqueleto, hasta el día en que queden solamente huesos sin carne que morder. Y ella, al final de los días, feliz dormirá al saber que consiguió saldar esa factura que le pesaba en los talones. Usurero que no olvida ni condona deudas, es la vida.

    Satur, cuando leí tu relato esto es lo que me inspiro. No sé si se acerca o asemeja con la intención de la historia, pero salió así. Solito.

    Saludos.

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  2. Satur, enhorabuena, deja de vez encuando los tecnicismos, es un precioso relato, es bonito ver pedacitos de corazón, esa figura la he visto, y es una muestra de miseria humana, de soledad, porque seremos tan cabrones, y ella da lo mejor a un gato, que sin duda es lo que hace que la mujer tenga un aliciente para ver amaneceres, pena, pena por ella y alegría por ti, por ver tu sensibilidad, maricooooooooon escribe de vez encuando poesia de la vida que vales, a la espera de otra un abrazote.

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  3. Gracias a los dos por tan agradables comentarios y es que había que levantar el vuelo de este blog un tanto dormido ultimamente, así que manos a la obra puse un granito ( no de la cara )

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  4. De reportero a cuentacuentos, GRAN SALTO!! Me has hecho sentir hasta el hedor de esa nevera. Genial!!

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  5. Que bueno!!!
    Me has echo recordar, a un pobre mendigo parisino que vi desde el autobús. Iba arrastrando un carro de la compra, repleto de trastos. Se le cayó una bolsa de uvas y las personas que iban detrás no le dijeron nada. Yo le hice señas, pero no me vio.

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  6. Sherpa gracias, yo también sentí el olor a pescado

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  7. Chica T, en las grandes ciudades pasamos sin ver a los demás, o incluso despreciandolos, todo con tal de no perder un minuto de nuestro "preciado" tiempo. --¿Nos hemos vuelto todos locos?-- Creo que sí

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